Kafka y el drama de la Ley

Ante todo debo excusarme. Quizás, el título ameritaba que yo me remitiera al problema que Kafka propone en su cuento "Ante la Ley", y que no me extendiera sobre otros temas que él, directamente no trató. Sin embargo, el drama que nos presenta Kafka abarca mucho más que una interpretación. Tiene un carácter multívoco. Se mueve en dirección a todas partes; apunta ya sea a la Ley como concepto, con minúsculas, como fuerza, con mayúsculas, como código "de la Ley", e incluso como una posible traba interior (psicológica) del ser humano.


El caso es que Kafka nos propone, con su cuento, un problema. El texto de Kafka se presenta, como siempre, con una prosa seca, directa, y sin embargo inextricable. Podría tomarse como una crítica a la carencia de subjetividad de la sociedad industrial. Desde esta perspectiva, los personajes (el sacerdote, K, el vigilante o centinela, o guardia, el hombre o campesino) aparecerían aquí dialogando como "cumplidores de su papel". K es el acusado, el Sacerdote el poder eclesiástico ("tenía que hablar contigo guardando las distancias, dice a K, si no me dejo influir fácilmente y olvido mi misión), el hombre un "subordinado" a la ley, y el vigilante o centinela, el cumplidor más incólumne con su deber. También el texto propone otra visión; El vigilante está dentro del hombre, como una especie de "auto-disciplina" impuesta por costumbre, y el "ingreso" a la Ley, sería entonces representación de una violación de ella. El hombre, en ese caso, se impide literalmente, violar o ingresar a la Ley. Por último, me gustaría mencionar una visión más próxima a mi propia matriz interpretativa; El hombre, el vigilante, K y el Sacerdote, dialogan con este algo llamado "la Ley", que vendría a significar aquí un código, una disciplina específica, un derecho, y una representación autoritaria de eso que llamamos "Justicia" o "lo justo", a su vez identificado con el concepto de Derecho. Entonces, como no tiene el presente texto ninguna pretensión de objetividad, yo me situaré desde esta última perspectiva.

El problema de la Ley está ligado necesariamente con el problema del poder. En Platón, podemos observar un entramado conceptual entre Poder/Los mejores/Justicia/Ley. Además de una diferenciación entre aquello que conocemos como Ley natural, necesariamente buena y justa, y Ley judicial, esta última, a veces "sometida" a los designios del poder, Platón propone una serie de discusiones acerca de la naturaleza de lo bueno, y su relación con "lo Justo". Platón señala que "es peor cometer una injusticia" que "ser víctima de ella". Esto se justificaría en el concepto de "injusticia" como vicio del alma y en la apelación al castigo "natural-divino" como primer argumento contra aquellos que creen que la injusticia es peor para el que es víctima de ella. Lo natural se asocia directamente con lo bueno, y lo divino, con el relato olímpico de Homero según el cual los Dioses juzgan a los malos en un tribunal especial en las horas de la muerte. Por otra parte, para Platón, ninguna justicia debe quedar impune. Es bueno que así sea, por que "el hombre injusto y criminal es desgraciado de todas maneras pero aún más si no recibe ningún castigo y sus crímenes permanecen impunes"[1]. Lo justo es bello, y por lo tanto bueno; el castigo para el criminal, en el pensamiento platónico, queda entonces consagrado como algo bueno, útil y bello.

Sin embargo, el pensamiento platónico no nos dice mucho acerca de La Ley. Ante todo, se preocupa de resaltar que es justo lo bello y útil, es decir bueno y que la “Ley” última, es la soberanía de quienes juzgan, es decir, el pueblo. Lo que no llega a preguntarse Platón es si el pueblo es justo. ¿Es justa una multitud, un individuo, un relato, un discurso, una sentencia?

La pregunta acerca de si es justa o no la Ley, tiene, como ya dije, relación con la problemática del poder. Pero no sólo con el poder objetivado como institución; como Estado, por ejemplo. Sino ante todo con el poder como una forma de reracionamiento social que incluye técnicas de producción de algo que llamamos “verdad”, de medios de sujeción, y de disciplinamiento. Por que la Ley, como quiero mostrar en este texto (y como creo intentó explicarnos Kafka a través de una metáfora brillante donde nosotros participamos como intérpretes diferidos, múltiples, contradictorios) no es la verdad. Es construida como verdad por las ramificaciones del poder.

Además del problema del poder, la Ley nos plantea necesariamente el problema de lo justo. Es aquí donde reside, principalmente, el desolador debate que puede envolvernos cuando hablamos de la Ley. En Kafka, observamos que la Ley es metaforizada como “un resplandor”, un espacio vigilado por la coerción, por la disciplina. Pero, ¿y qué es la discplina? ¿Qué papel juega frente a la Ley? Michael Foucault definió el concepto de disciplina como “un tipo de poder, una modalidad para ejercerlo, implicando todo un conjunto de instrumentos, de técnicas, de procedimientos, de niveles de aplicación, de metas; es una “física” o una “anatomía” del poder, una tecnología.”[2] La disciplina es un instrumento que sirve para aplicar la Ley. Que es consustancial a ella, aunque aquí habría que decir que es también anterior a ella. Los mecanismos disciplinarios no comenzaron con los cuerpos jurídicos, pero si son una condición para su institución como “Ley” en el sentido kafkiano del término (es decir, como un “algo” que sea como sea, domina).

La Ley podría ser tratada, en este caso, como una ficción jurídica que recubre los mecanismos del poder y la disciplina. La Ley sería un poder de castigar, de disciplinar, de coercionar. Podemos aquí poner el ejemplo de “el contrato” de trabajo como mecanismo jurídico. La legitimidad del contrato, reside más aquí en ser parte de uno de los códigos más importantes de la sociedad burguesa, que en su cumplimiento al interior del taller, de la fábrica. La fábrica solo cumple con la reproducción de las relaciones de explotación, el “contrato” sigue siendo, como ya he dicho, una ficción jurídica.

Si la Ley podría ser tratada como una ficción jurídica, en términos de su relación de encubrimiento con el poder, la disciplina y los mecanismos de dominación, ¿Por qué sigue ejerciendo un papel tan grande y poderoso sobre la mentalidad de las personas? ¿Por qué sigue constituyendo uno de los argumentos más importantes para hablar de lo justo? ¿Por qué sigue siendo, en definitiva, un discurso asociado con la justicia y no con lo que las relaciones humanas crean, y de alguna manera, se escapa de sus manos?

En torno a esta pregunta es decisivo el papel que juega Jacques Derrida. El filósofo francés, fundador del “desconstruccionismo” (de la traducción francesa del término heideggeriano destruktion), señala que la Ley es una especie de fuerza simbólica, situándose desde la perspectiva jurídico-ético-política. La Ley es una fuerza que, desde el interior, nos recuerda que el derecho siempre está autorizado a “aplicarse” mediante la fuerza. “No hay derecho sin fuerza” decía Kant.

Es justo que lo justo sea aplicado por la fuerza. Así hablaba Pascal de “la Ley”. Se funda entonces un lenguaje místico que cumple la función de identificar “lo justo” con la Ley y el Derecho, y se nos obliga a cumplir con él mediante su propio acto fundante: La fuerza. A esto Derrida le llamó, apelando a una frase de Pascal, fundamento místico de la autoridad. El fundamento místico de la Ley es que no es justa por su justicia, sino por que es Ley. Derrida propone un concepto de justicia que escapa al Derecho, y que “no se puede tematizar u objetivar…sin que se traicione inmediatamente la justicia”[3]. ¿En qué se podría reafirmar, entonces, el Derecho si permanece desasociado con lo justo, más todavía teniendo en cuenta que esto es muchas veces evidente? En la fuerza. No pudiendo hacer que lo que “es justo sea fuerte” hacemos “que lo fuerte sea justo”. Ese fundamento místico podría relacionarse con el concepto de ficción jurídica que se legitima en si misma, para fundar una verdad sobre la justicia y desprenderse de todo deber de apelar a aquello que comúnmente llamamos “contexto”.

Si el origen de la Ley es la autoridad, y sólo puede apoyarse en ella misma como fuerza para hacer la Ley, constituye un tipo de violencia. La justicia, dice Derrida, es distinta al derecho, y es, a diferencia de éste, incalculable, y exige “que se calcule con lo incalculable”[4]. La justicia debe por tanto incluir todo un tipo de criteriología distinto al del Derecho, que no se puede calcular a través de códigos, interpretaciones etc. Incluye “una responsabilidad sin límite…ante la memoria”, un cuestionamiento a los límites y al fundamento de nuestro aparato conceptual, de nuestras singularidades culturales, un desmembramiento total de nuestra condición de sujetos a la hora de “hacer Justicia”, si por justicia se entiende aquello que es incalculable. Esto, en términos bajos, es denominado por Derrida como desconstrucción del Derecho, y expresado ante todo como un auténtico deseo de justicia.

Y sin embargo, pese a todo lo que he dicho, la Ley, fundada en si misma, afirmada y reafirmada en las relaciones de poder y los mecanismos disciplinarios, tiene aun una desventaja frente a aquella justicia que ensalza Derrida. Es inmediata. Es breve. Cumple con aquel deseo de justicia de forma más rápida que la justicia misma, que necesita fijarse en el entramado que nos cubre y nos constituye como individuos posibles de ser juzgados. “La justicia, dice Derrida, está por venir, tiene que venir”. Y este tener-que-venir es demasiado exigente en el tiempo frente a nuestra filosofía acerca del hacer-justicia. ¿Qué hacer entonces?

La última es la más manoseada de las preguntas. La Ley, he querido decir, se separa de la vida de nuestra polis, de nuestra cotidianidad. No se acoge más que a sus legitimidades fundantes (la fuerza, la disciplina, la dominación y la ideología del Derecho) y se autonomiza frente quienes juzga. Y sin embargo, los sigue juzgando, pese a ser, como vemos, “injusta”. Pero, ¿qué hacemos frente a esta Ley nosotros, los juzgados por ella?

Foucault, en uno de sus últimos escritos, dejó entrever algo: Ahí donde hay poder, hay resistencia. Afirmó que no era tan importante descubrir lo que somos, sino ante todo, rehusarnos a lo que somos. Nos llamó a recuperar nuestra subjetividad. A resistir los procesos de individuación y tecnificación del sujeto. ¿Quién es el sujeto en nuestro texto kafkiano? ¿Dónde está presente? Pienso sinceramente que en nosotros mismos. Kafka hace dialogar al lector con el texto, lo pone en un papel definitivamente activo al posibilitarle discurrir “Ante la Ley” y hacerse las preguntas pertinentes acerca de ella (resistir a la identificación entre Ley y verdad). El mismo insinúa en páginas posteriores al fragmento, que la Ley se ha vuelto inaccesible al juicio humano. Dudar de ella significa, de alguna manera, dudar del fundamento mismo de la humanidad. Es un pecado impertinente. Pero nosotros debemos ayudar al escritor judío a resistir esta identificación. Quizás, Kafka evitó decirnos cómo. No en vano, en el texto original del escrito, aparece tachada una parte en la que el centinela usaba la violencia física para evitar que el hombre ingresara al resplandor de la Ley. Quizás, si Kafka no hubiese tachado nada, el cuento habría tomado otro rumbo.


[1] Platón, Georgias. En Diálogos. Ed. Colección Austral, pag. 73

[2] Michael Foucault, Vigilar y castigar. Siglo XXI editores, pag. 218.

[3] Jacques Derrida, Fuerza de Ley. El fundamento místico de la autoridad. En Internet.

[4] Ibid.

martes, 18 de marzo de 2008

2 Comments:

Veronica said...

Lo voy a sumar en las "salidas emergentes" de mi ático. Las propuestas filosóficas se me aparecen como ventanas del olvido.

Saludos para usted y su Dasein.
V.-

Patric said...

Yo nunca he leido a Kafka, pero he escuchado que es muy complejo. Para mi la base o fundamento de la Justicia o Ley es el derecho; mecanismo que regula relaciones privadas de personas entre si, relaciones de personas con autoridades de un sistema o relaciones entre países. Y derecho es lo que es legítimo para cumplir con los fines de la existencia de uno.
Yo me metí en sus espacio porque vi que se interesa en la Filosofía y no nmuchas personas hoy en día gustan o son aficionados a ella.
En mi espacio tengo algo sobre Teoría del conocimiento desde el 210408 a la fecha. Es algo de una persona aficionada que siente inclinación natural a la filosofía, por si le interesa verlo.
http://patric-comentariosdepatric.blogspot.com/2008_05_01_archive.html

 
escrito en el trigo - Wordpress Themes is proudly powered by WordPress and themed by Mukkamu Templates Novo Blogger