Valérie Solanas, el primer "disparo" contra el postmodernismo


La mentalidad contemporánea es bastante astuta. No tiene, sin embargo, mayores procedimientos: Su única finalidad es completar la fábula: La fábula que es el vivir cotidiano en este tiempo, el del capitalismo tardío. No necesita -momentáneamente- del látigo frontal ni de los centros de tortura. Ha abandonado las cámaras de gases, los cuarteles, la militarización generalizada de todos los espacios geográficos. Su ventaja respecto a ese sistema liberal setentero, que marcó un tiempo (en la historia latinoamericana, un lapsus) de transición hacia la economía y el paisaje neoliberal, es que nosotros mismos somos quienes contribuimos a realizar y a remachar la cárcel. Día a día, el sistema de los objetos (que puede ir del fetichismo por los autos y las lámparas hasta la valoración de los libros según su aspecto más inesencial, es decir, el color y la forma) nos domina y nos objetualiza también a nosotros. Por otra parte, también nosotros, fundamos y cerramos nuestras celdas. Las hacemos más cómodas. Es la realización del famoso "panóptico" del siglo XVIII: Un lugar donde la vigilancia se transforma en una presencia que ya no es física. Nosotros nos vigilamos.

Durante la primera mitad del siglo XX se empezó a gestar esta cuestión de la que hablo: La vida se empezó a segmentar cada vez más. El lugar-territorio pasó de ser ese espacio abierto por el que podíamos transitar en una actitud solidaria (la población, el barrio, el estadio) a ser el puro segmento donde se hace patente el encierro. Sin embargo las cosas no son tan categóricas. Hay puntos de fuga, indudablemente. Lugares en los que la territorialidad y la arquitectura capitalista no deja de escaparse, oyos negros quizás. ¿El arte?, ¿La historia?, ¿Los deseos de venganza de los hijos del terror especializado de los gobiernos de transición al neoliberalismo?

Andy Warhol fue un artista "post-moderno". Un artista del capitalismo tardío. La obra de arte que él sembló ya no tenía que ver con una dialéctica entre el contenido y las formas, entre lo bello y lo feo. Los colores mismos, en su obra, se transformaron en aspectos mínimos: Lo importante es la propia figura publicitaria, superficial, que se resiste a ser interpretada. ¿Cuántas horas podemos pasarnos interpretando una pieza de Beethoven, una pintura de Van Gohg? Es la profundidad de lo moderno; amplio, hermenéutico en bloque. Digno de una masturbación mental de las más grandes. Pero no podemos "interpretar" la música de John Cage, ni las serigrafías de Warhol. John Cage organiza sonidos de la calle: goteras, caidas, choques de auto. Warhol impregna en sus coloridos cuadros publicitarios (que pueden ser desde un rostro de Mao Tse Tung hasta una lata de sopa de tomate) pura superficie; utiliza, sin ánimo vanguardista, desde fotografías, estufas, imprentas. Y tanto John Cage como Warhol, artistas contemporáneos, se resisten a la interpretación. ¿Qué sentido tiene debatir sobre la profundidad de una obra de John Cage o Stockhausen, si pueden ser cuatro helicópteros combinados con sonidos sueltos de múltiples violines, o una gotera, una cuchara, o sencillamente silencio? ¿Qué sentido tiene "interpretar" una lata de coca-cola estirada y puesta en un marco? Nuestro tiempo es el de la superficialidad. Los análisis fáciles.

En 1968 la mendiga-prostituta Valerie Solanas disparó a Andy Warhol tres tiros. Cuando le preguntaron por qué, ella simplemente respondió que Warhol controlaba su vida más de la cuenta. Valerie Solanas vivía en la calle. Solía prostituirse, mendigar. Escribió un guión de película llamado "Mételo por el culo" que Warhol no filmó por su grosero contenido pornográfico. Pasó tres años en la Cárcel por los disparos contra Warhol, que a esas alturas era uno de los artistas más consagrados de la contemporaneidad. Después escribió su "Manifiesto SCUM". Sus primeras letras, una mezcla brutal de genialidad literaria y desequilibrio mental, ya dicen demasiado, más de la cuenta: "Vivir en esta sociedad significa, con suerte, morir de aburrimiento". No hay una frase, en la historia de la literatura undergraund, más dotada de sentido histórico, en el sentido que Nietzsche daba a este concepto de "sentido histórico" (el sentido o la sensibilidad frente a nuestro momento en la historia): Vivir en esta sociedad, lo que más puede ofrecer de novedoso, es la muerte (serial) por aburrimiento. Solanas tenía una solución: En el Manifiesto SCUM señala..."destruir el gobierno, eliminar el sistema monetario, instaurar la automatización total y destruir al sexo masculino".

Quizás no puedo estar de acuerdo con Valérie Solanas, o estarlo "a medias", por una cuestión físcia (para ser más precisos, corporal). Significaría, en mi grado de hombre, primero que nada, suicidarme. Pero hay algo en sus disparos, y en sus más oscuras frases, que el capitalismo tardío, y toda su gama de satisfacciones no pueden dar: Ausencia de cuerpo con la ezquizofrenia capitalista, y presencia de un diálogo ensordecedor y enriquecedor con la autenticidad y el ser-si-mismo. La ezquizofrenia rompe las cadenas significantes y nos condena a no estar nunca convencidos de nada más que del "instante". La riqueza del "instante", el segmento flexible, la línea del tiempo que se corta en mil pedazos nunca unificables. La incapacidad de creer es uno de aquellos síntomas más traumáticos y nodales que el capitalismo contemporáneo genera. Por eso la muerte sistemática del catolicismo: El catolicismo se basa en la creencia como máxima autoritaria de todos sus dogmas. Sigue siendo remplazado por un catolicismo "light", en casa, sin Iglesias. Por otra parte, a los católicos fervientes se les desautoriza, a menos que aparenten no serlo. Por eso también la muerte total de los relatos comunistas clásicos. Sin embargo Solanas creía. Creía en su manifiesto y por eso no dudó en disparar Warhol. Un homosexual declarado, que probablemente no aceptó su "Métemelo por el culo" por ser demasiada expresión de su propio trauma. Por lo demás, Valérie Solanas nunca olvidó su vida de prostituta, de mujer violada durante toda su infancia, y siguió ejerciendo su oficio en una extraña autenticidad que la condenó a morir en un sanatorio para personas de la calle. Pasó por manicomios, lugares perdidos, recovecos de la contemporaneidad. ¿Puntos de fuga?: Más bien, espacios para inadaptados. Pero sus disparos son una bala contra la contemporaneidad alabada como espacio de las comunicaciones intensificadas, la sociedad de la imagen y la explosión de las minorías. La fortaleza de nuestro sentir-pensar no está en ser "minorías", sino en buscar algo por lo que morir, y disparar.

jueves, 3 de julio de 2008

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