Tesis sobre la política

Notas para un manifiesto estrategista


“qué es lo que hay que hacer”
en cada caso concreto;
eso es una cuestión práctica”
Lenin

“Temo que las procesiones, el
Mausoleo y los homenajes
Reemplacen la sencillez de Lenin.
Tiembro por él; como por mis propias
Pupilas:
¡Que no profanen su belleza
Con estampas de confitería!”

Wladimir Maiakovski





1.- La política no es el espacio mediático que conduce a fines. Como el filósofo alemán Walter Benjamin se situaba en su análisis de la violencia, tomándola como mero medio, dejando de lado la cuestión burguesa de “medios-fines”, hay que situarse en la política como un estar pleno, no como una pura medianidad mediática. El propio ser de la política exige esto, para que no le sea arrebatado el mismo bajo la forma de un “fin-superior”. La política es el tiempo-lugar de una discordia (Rancière), y no la etapa transicional vívida que lleva a la nueva etapa: En el ser político se indistinguen etapas, períodos etc.; sólo hay la vibración de los cuerpos políticos.

2.- La política no debe ser pensada como un todo teleológico, ni siquiera auto-teleológico: La política no tiene fines, ni avanza, por sí misma (o por la acción de un Sujeto) hacia ningún fin. Designa sus propios fines como inmanencia pura, como fines que se actualizan en cada instante (instante político que, a su vez, se dispersa y se estira quedando hecho pedazos, como el Aion de Deleuze). Tampoco es, como en Aristóteles (Política, libro I), una totalidad ordenada. En la política no hay órdenes naturales: el orden pertenece al orden de la policía. La distinción entre política y policía (más allá de la función policíaco-represiva) que ha establecido Rancière tiene utilidad en este sentido; en que la política no puede ser pensada como el arte de ordenar a la polis, sino más bien como el conflicto inmanente a la ciudad. Como la política no es una totalidad ordenada y sus clasificaciones-funciones-devenires, no puede tener escatología ni centro. No hay hipóstasis que resista al abismo de la política: funciona sobre espacios lisos, no pudiendo identificarse un sujeto y sus coordenadas más que en relación a un plan; una estrategia. Dichas coordenadas son móviles. En relación a la política como espacio estriado, la filosofía liberal clásica ofrece las mejores referencias.

3.- La palabra organización solo puede decir, en esta política, máquina (de-guerra) productora de acontecimiento, situación y estrategia. Si la máquina es comunista, entonces debe producir auténticos acontecimientos comunistas, enunciados comunistas. El comunismo no se puede basar en una filosofía de la esperanza, como lo proponía Bloch. Debe hacer suya la voluntad spinozista del beneficio absoluto del presente, y de la estrategia presente. En torno a ello, la estrategia de la máquina productora de acontecimientos comunistas (en Marx-Lenin, Partido Comunista), debe medir “resultados”, nada más que eso.

4.- El comunismo nunca puede ser, como doctrina (acerca) de ciertas condiciones una variante de la filosofía política idealista: y esto por que ser comunista equivale, en un grado considerable, a ser ateo, en el sentido más político del término. No hay centro, ni hipóstasis de un centro; no hay Dios. Aunque ese Dios pueda llamarse “hombre”, bajo el manto espiritualista del idealismo humanista.

5.- La URSS fue un capitalismo de estado que regeneró a la burguesía proyectándola y espejándola deformadamente en una burocracia jacobina-burguesa (aquí uso el término “burguesa” para referirme a sus campos de visión teórica). Los soviéticos no transformaron el modo de producción, no generaron un nuevo bloque histórico, para utilizar un término de Gramsci. Siguieron moviéndose en el capitalismo, construyendo un relato fabuloso sobre el Partido, la historia del acontecimiento revolucionario propuesto como venida mesiánica de un nuevo tiempo redentor, y produciendo (en esto los socialismos “reales” fueron sumamente hábiles) una estética del socialismo, hastiada de banderas rojas y epopeyas del pasado-presente-futuro: vivieron en un tiempo siempre-presente en el que el pasado se manifiesta como tensión hacia el socialismo estético, el presente como actualización infinita de esta tensión y el futuro como extra-vida de ese presente, como su presente-más-allá. Kronos comía a sus hijos como Stalin a sus discípulos, y la patria a sus ciudadanos. En la estatización de la política, y sus modos de producción del aura burguesa (del personaje de cine que es un Stalin, o un Hitler, o un Che Guevara) pervive la chance fascista de la que hablaba Benjamin. El fascismo es bien claro, y no es nada más que esa claridad en la que todo es consumación del espectáculo y afirmación del propio progreso (es decir, del progreso que impone el estado de excepción sobre las clases subalternas) bajo un revestimiento espectacular como avance hacia una era “mesiánica”, pero en el sentido trascendentalista del término.

6.- El partido es una partición de la comunidad política y a la vez una toma de partido por cierto campo de visión, por cierta teoría de lo político. El partido no puede “reflejar” ninguna sociedad futura. Debe producir la chance mesiánica que espera en todo momento. En el partido se cuela, como partición, una solidaridad que es infinita, y que tiene como base la propia comunidad de esencias singulares (nómadas), que no claudican ante el fascismo, que es militar.

7.- El Partido Comunista debe ser el partido que evite la propia despolitización, como fin de lo político e instauración de la totalidad identificatoria: Ahí donde muere la política, empieza la policía, que es pura producción de subjetividad serial. La policía tiene a favor suyo el uso de las pasiones tristes. Miedo y esperanza configuran sus usos más auténticos. La política de Hobbes supo identificar bien este polo-policiaco de la política como condición de la sociedad moderna (que no es más que la sociedad burguesa). El miedo (tristeza ocasionada por la idea de una cosa futura, en la definición de Spinoza) y la esperanza (alegría “inconstante” ocasionada por la idea de una cosa futura o pretérita de la que no tenemos claridad) son usados por la parte que se arroga el todo como su derecho, y como derecho absoluto. Si es necesario, el Partido Comunista debe torcer estas pasiones llevándolas hasta las últimas consecuencias. Esto sólo es posible en el campo de la estrategia, que es, “gris”, como decía Lenin sobre la propia realidad, en la que se inscribe la producción de la estrategia. Una estrategia para hacer surgir a cada momento la discordia, el conflicto y la des-identificación es una estrategia comunista.

8.- El Partido Comunista debe introducir, así, el Dos. El Dos que des-encubre la muerte serial identificatoria, el lugar característico de la paz, que siempre es paz de los cementerios y de los olvidados. Re-aparecer lo desaparecido en el desastre significa dialogar con los espectros de un pasado que muestra la propia ruina del progreso como locomotora que avanza hacia la muerte. La filosofía del idealismo y la burguesía, siempre hablarán de la muerte. A esta política funeraria-progresista, el Partido Comunista debe oponer la política de detención de todo avance, de la interrupción. El lugar que instaura el conflicto interrumpe la paz, siempre recordando que, bajo sus pies, se yergue un cementerio creciente en la vorágine del progresismo capitalista.

9.- Política e historia se relacionan como llave de un tiempo que interrumpe el propio tiempo cronológico y reclama por la temporalidad de lo múltiple y lo conflictivo; la temporalidad de la lucha de clases. Por ello Althusser negará la primacía de las clases sobre la propia lucha de clases. Esta primacía teórica instaurada por Althusser es una primacía teórica puramente estratégica; antes que las clases hay lucha entre ellas mismas como su propio modo de producción. La explotación es ya la lucha de clases, y en su casa, el pobre que acaba con sí mismo en la exasperación del cuerpo, la exclusión del erotismo y la ternura como modalidad, está viviendo esa lucha. En este contexto, el Partido Comunista debe buscar las formas estratégicas, nominales y singulares en cada caso, mediante las cuales interrumpir irrumpiendo.

10.- La política sabe dialogar con sus espectros. Los espectros de alguien son todas las funciones del genitivo “de” (Derrida, en Espectros de Marx). La política comunista difunde los espectros; los disemina.

11.- Si no ha habido política auténticamente revolucionaria hasta hoy, es ante todo porque no hemos pensado la voluntad de interrupción del telos como pura interrupción de los fines de la burguesía, interrupción que es estratégica en la política y en la propia filosofía. Stilltellung; la palabra benjaminiana es clara: Destruir el telos (tellung), el avance (espectacularmente) perpetuo de las fuerzas de la burguesía y su potencia diversa.

12.- El obnubilamiento onto-teo-lógico (Heidegger) ha desgastado todas sus balas y sus herramientas. Las ha desgastado porque ha pensado que hay un centro, en algún lugar o espacio del territorio, que en realidad es pura superficie de pliegues. Una superficie barroca no tiene centros. En cambio, una superficie clásica, y así política (policíaca) clásica, busca centros permanentes de los que el todo no sería más que una predicación. Dios, el Espíritu, el Hombre. Una sinfonía idealista (musiquilla) como decía Althusser. El materialismo aleatorio del encuentro, que es el materialismo barroco spinozista, no transa en este punto; el centro es producido por un régimen de producción de verdad (Foucault) y se inscribe siempre en una fuerza diferencial que otorga sentido (Nietzsche). Por lo tanto, es un centro que siempre se está desplazando. El apuro de la teoría política respecto a su práctica, es el apuro del propio devenir-práctica de toda política des-centrada, productora del Stilltellung y de la estrategia comunista, de la que venimos hablando.

14.- Hace falta ahondar más en esto, pero respecto a los militantes, es importante que no se identifiquen. El Partido Comunista no lleva puesto ningún uniforme, por que la uni-formación es el ordenamiento de las esencias singulares en una economía de los cuerpos, de sus desplazamientos y de sus estrategias singulares. La estrategia es siempre distinta porque la política no tiene la unidad indiferenciada del Logos, sino la interrupción terrible de la differance: como texto (entramado-de-diferencias) no es posible que en ella se repita siempre Lo Mismo. Cada militante recibe la forma de una mónada, y es en esa forma recibida, vívida, que debe pronunciar su estrategia. Lo más importante de todo, es que dos o más militantes nunca se identifican, sólo se componen, creando una fuerza afectiva interruptora mayor, y aumentando su potencia de obrar geométricamente.
Fotografía: Alexander Rodchenko, constructivista ruso

lunes, 24 de noviembre de 2008

 
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