Althusser y la muerte



El filósofo asesino. La muerte había marcado a Althusser más aún que a aquel pensamiento de la tradición, que reflexionaba sobre ella; que la acariciaba como condición de su propia existencia: de Platón a Heidegger. Porque la muerte es, para este pensamiento de la tradición, un tema favorito. Muerte de Sócrates, dolor y tortura (recuérdense los diálogos del Gorgias, en los que Sócrates recomienda la tortura como modo de limpiarnos del hecho “infeliz” de haber cometido injusticias) de los “malos” (o de las encarnaciones sensibles del mal), muerte y vida después de la muerte (más-allá) en el pensamiento tomista, muerte y amenaza de muerte, muerte del objeto conocido en la dialéctica del conocer mismo como autoconocimiento de la propia muerte en su proceso de abordaje a la vida de la dialéctica (de la muerte), muerte de las fuerzas vivas en el cadáver mitómano de la Historia y muerte, en definitiva también, del hombre como ser-a-la-muerte en la comunidad Jaspers-Heidegger. Muerte filosófica plagada de muertes. Pero ese pensamiento de la muerte (“musiquilla idealista” le llamó Althusser) no alcanza, acaso en estatura, la sombra de la muerte que se yergue, con toda su potencia destructora, sobre Althusser.

¿Qué oímos de él? “Louis Althusser. Filósofo marxista…asesinó a su esposa”. Como si eso, en definitiva, lo dijera todo sobre Althusser. El filósofo es un asesino, un pecador. Se le juzga dentro de la fuerza de ley a la que aludió Derrida como ley-fuerza, fuera de toda determinación singular, general: perfecta, como lo es, en definitiva, el derecho. Es lo que exige, por ejemplo, un filósofo idealista como Habermas; que el derecho se instituya como máquina de complementación de una moral que sería anterior, independiente de sus preceptos. Althusser no juzga. Pero es juzgado: admitamos esto. Entonces, su producción teórica queda reducida al mal-hecho juzgado por el derecho; al acontecimiento irrepetible del asesinato; “aquel fatídico día”, como dice una amplia gama de sus discípulos. Pero digámoslo bien: esto es una Inhabilitación, tal como las inhabilitaciones de Stalin contra los filósofos soviéticos que no satisfacían las necesidades de la burocracia y la inteligentzia. Fácil, una inhabilitación es fácil. Lo difícil es la rehabilitación, que llega a suceder póstumamente, en medio de la paz de los cementerios (cementerio de toda la producción teórica de Althusser, desde Pour Marx hasta las Notas para un materialismo aleatorio). Es el intento difícil de este ensayo.

Una primera premisa: Althusser no es letra muerta. En realidad, para la filosofía idealista toda letra está muerta de antemano por su condición de letra; ella no es expresiva, no lleva en si el feto misterioso del Logos y la Razón; combate, como diferencia, la mirada del Orden. Porque la letra es pura disposición material, traza, huella. “La Historia no es un libro abierto en el que hable un Logos”, dice Althusser. Si la historia fuese un libro, tendría la estructura indeterminada del libro de arena, que se deshace en su infinidad de páginas. El número es lo que no se repite; el desafío de lo mismo. Althusser no es letra muerta porque, para la filosofía materialista, que es filosofía afirmativa de la vida y de la necesidad de la propia vida (vis, vita, bios), la letra es siempre vida, huella, materialidad.

El filósofo asesino tiene que volver a vivir en su producción. Producir, en francés, como apuntaba Levinas, quiere decir a su vez, producir y exhibir. Revelación de un hecho fundamental, la lengua francesa nos dice que toda exhibición es propiamente una producción, se injerta en un régimen de producción, incluye ciertas fuerzas de producción (productivas) y ciertos medios de producción: La producción, ese es el problema para Althusser. No la negación, la antítesis y la síntesis; no la alienación de la esencia humana en el “proceso del trabajo” que Marx describió en El Capital (ese capítulo que, sin duda, conserva demasiado intactos los trazos de Hegel como para haber sido digeridos por un materialista “fundamentalista” como Althusser), ni tampoco “la salvación” de la Humanidad santa en la Revolución, como venida. El mesianismo de Althusser no es ontoteológico, es un mesianismo benjaminiano, cargado de interrupciones, discontinuidades. Un mesianismo de la vida

viernes, 2 de enero de 2009

 
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